Desde muy pibita me acompaña la militancia. Me enseñó a organizarme un grupo de personas que se juntaban en el gimnasio de una escuela a debatir cómo hacer para que la megaminería no se instalara en nuestro patio. Me contaron que cada 4 del mes, siempre, había que estar en la plaza. Me mostraron con un plebiscito en 2003 que el 82% estábamos del mismo lado y que íbamos a seguir acá por muchos años más. Me gritaron en la cara que la organización colectiva siempre vence y me instalaron la calle como zona de confort. Me enseñaron la creatividad necesaria para interpelar, lo fuerte y clara que es la voz conjunta, lo necesaria que son las causas comunes, el agua y las montañas. Me enseñaron hasta química y lenguaje jurídico, a disputar donde sea necesario y útil, a pensarme más allá de lo dinámico y vertiginoso de la coyuntura. Me regalaron docentes, maestrxs, compañerxs, familia, felicidades y algunos abrazos amargos.
La instalación de la megaminería en Chubut nos amenaza desde hace más de 17 años. Los proyectos fueron y vinieron, se alteraron, se disfrazaron y volvieron a venir. El pueblo se mantuvo firme, con la convicción y seguridad: NO ES NO. Durante sucesivos años, vecinxs informaron a vecinxs con charlas, folletos, libros y estrategias de todo tipo, con herramientas de la ciencia, saberes ancestrales de los pueblos originarios, murgas, caminatas barriales, bicicleteadas, actividades artísticas. Estos últimos años la provincia de Chubut empezó a resonar en los medios: la crisis, el retraso de los pagos, el paro docente. Hoy, cuando más lo necesitamos, pareciera que la provincia desapareció del mapa argentino, ese que tantas veces se nos complica ver más allá de la provincia de Buenos Aires.

El pueblo chubutense está dando una vez más una lucha sin cuartel contra los intereses de empresas transnacionales que tienen mucha vocación para explotar territorios ajenos. Una vez más, me permitiría decir, el pueblo chubutense está dando un ejemplo de lucha, perseverancia y dignidad. Ante la recurrente pregunta «¿qué está pasando en Chubut?«, hay muchas respuestas para ensayar. Primero que nada, en Chubut pasa que nuestro gobernador, Mariano Arcioni, traicionó al pueblo. Un candidato que se abanderó con el No a la mina como promesa de campaña hoy promueve un proyecto de zonificación que regala el Río Chubut, bajo la promesa de un área de amortiguación de 5km que igualmente podrá ser exceptuada por la autoridad de aplicación. Un proyecto de zonificación que pone en riesgo de contaminación prácticamente todas las cuencas hidrosociales de la región y que da la espalda a las líneas de la Ley Provincial 5001.
Hoy hay dos caminos posibles. Mediante una maniobra poco democrática el proyecto de zonificación fue pasado el 24/11 a debate en una sola comisión, la de Desarrollo Económico, Recursos Naturales y Medio Ambiente y es posible que se trate y apruebe el 26 de noviembre. El proyecto sacrifica el 70% de la provincia de Chubut habilitando la minería metalífera y uranífera. Mientras tanto, la Iniciativa Popular -herramienta que permite participación directa de la población- elaborada por asambleas comunitarias de Chubut y avalada por más de 30.000 ciudadanxs y 48 localidades fue enviada a tres comisiones, lo que implica que es muy probable que quede fuera de las sesiones de este año legislativo y no sea tratada a tiempo.
Queda una sola síntesis posible: la instalación de la megaminería en la provincia de Chubut no tiene licencia social. El Pueblo sabe qué implica el proyecto y alza su voz una vez más diciendo NO ES NO, no pasarán. No queremos nuestros cursos de agua y nuestros territorios contaminados, no queremos mentiras de sustentabilidad. Y, por sobre todo, no compramos espejitos de progreso: el cianuro no resuelve la crisis socioeconómica que atraviesa la provincia.

Hace 17 años el pueblo de Chubut camina los mismos pasos, cada vez más afianzados, cada vez más seguros, cada vez más. Estamos alzando nuestra voz, nosotrxs, nuestrxs hijxs, nuestrxs xadres y abuelxs. Estamos una vez más al pie del cañón, armando y rearmando las trincheras que hagan falta, derrotando en cada cancha a cada figura que se le ocurra deslegitimarnos tildándonos de ser apenas «500 ruidosxs». Estamos, ni más ni menos, que defendiendo el agua, la vida.
Hoy, como muchas veces, marchamos con las banderas del No a la mina. Marchamos con compañerxs y sus hijxs; marchamos con niñxs que aprendieron a escribir para hacerse sus propios carteles. Marchamos con amigxs que no veía hace años, con compañerxs que me cruzo más seguido, con maestras de la primaria y secundaria. Marchamos con quienes nos llevaron a marchar por primera vez y con quienes llevamos nosotrxs a su primera marcha. Marchamos con el mate, la torta frita y el barbijo. Marchamos mirando ese rayo de sol que ilumina, hasta el final de la tarde, al cerro 21.
