¡Nuestro aburrimiento ha sido confiscado! No nos pertenece ni siquiera la decisión de qué hacer con él. Los consejos se dispersan más rápido que el virus y terminamos acopiando cientos de links que no llegamos a abrir, pero pesan en la culpa productiva. La información no solo se cuela en recetas de cocina, libros digitales y ejercicios de yoga sino también en instrucciones sobre qué hacer con nuestros deseos sexuales.
Estos últimos días he visto circular cientos de notas con consejos y términos en inglés como sexting, send nudes y virtual dating, y otras tantas que recurren a los ya conocidos e instalados en castellano: masturbación, sexo telefónico y virtual. Miles y miles de propuestas para afrontar la calentura sin romper la cuarentena. Por supuesto, se entiende el fin sanitario de sus intenciones, pero me pregunto: ya que nos dan consejos para todo, ¿por qué no lo hacen para la vida emocional? ¿Qué sucede con quienes se estaban enamorando? ¿Cómo se manda amor en tiempos de pandemia?
La peste nos da la oportunidad de volvernos solemnes, pero siento que no la estamos aprovechando lo suficiente. En la historia ha habido montones de situaciones y motivos para separar enamoradxs: persecuciones políticas, raciales, sexuales o religiosas, guerras, hambrunas, desastres naturales, por mencionar algunas. No hace ni siquiera falta remontarse mucho en el tiempo. Basta con mirar el siglo pasado en este país para encontrar variados motivos sociales que han distanciado pasiones románticas. Y les alegrará saber que muchas de ellas han sobrevivido a la prohibición. La pregunta entonces es cómo hacemos hoy para expresar nuestro amor a la distancia y si estamos dispuestos a comportarnos un poco más como nuestros abuelos y no tanto como Ross y Rachel.
Dejemos que la historia nos de un ejemplo: Severino Di Giovanni y América Scarfó vivieron un amor atravesado por todos los niveles de la prohibición, y que solo logró extinguirse con un fusilamiento. Él, inmigrante italiano, anarquista de facción violenta y organizado, perpetró varios atentados y creó un diario que difundía los ideales antifascistas. Ella tenía 16 y vivía en la misma casa donde Severino y su familia (esposa e hijxs) alquilaban una habitación. En ese patio se conocieron hablando de las begonias. Solo lograron estar juntxs físicamente diez meses, cuando vivieron en una casa del conurbano bonaerense bajo nombres falsos.
Su historia fue más de distancias que de acercamientos. Severino mandaba cartas a América en las que le decía cosas como estas:
Amiga mía: tengo fiebre en todo mi cuerpo. Tu contacto me ha atestado de todas las dulzuras. Jamás como en estos larguísimos días he ido bebiendo a sorbos los elixires de la vida. Antes, viví las horas intranquilas de Tántalo y ahora, hoy, el hoy eterno que nos ha unido, vivo -sin saciarme- todos los sentidos armoniosos del amor tan caro a un Shelley y a una George Sand. Te dije, en aquel abrazo expansivo cuánto te amaba, y ahora quiero decirte cuánto te amaré. Porque el pan de la mente que sabe materializar todas las idealidades elegidas de la existencia humana nos será la guía más experta para resolver nuestros problemas; y debo decirte con toda la sinceridad de un amigo, de un amante y de un compañero, que nuestra unión será bella y prolongada, gozosa y plena de todos los sentimientos: grande e infinitamente eterna.
Fuerte, ¿no? Sí, entiendo que no estamos para tanto, pero quizás sí para un poco. No puedo dejar de preguntarme por qué nos es tan difícil expresar lo que sentimos. Escondemos el amor detrás del sexo y mandamos nudes en vez de canciones, el sexo lo escondemos detrás de las palabras de habla inglesa, y la máscara de la virtualidad termina por opacar el último resquicio de sinceridad. Si el amor es sexo y el sexo es amor, dejemos ya de una vez aquella división tajante y demos a esa antinomia aparente una versión unificada, más respetuosa y honesta, pero de eso hablaré en otra oportunidad.
Lo que hoy me convoca es encontrar las maneras de expresar nuestro amor romántico a la distancia. Juguemos con nudes, pero también echemos mano de la literatura, la música y el cine, así como hacían las personas de antaño. Tenemos la oportunidad de dejar de ser tan boludxs, e inmediatxs, de darnos cuenta de que es este el uso valioso que podríamos asignarle a la virtualidad y no el que veniamos dándole innecesariamente.
Propongo que usemos otros velos para envolver lo que sentimos: pequeños poemas, letras de canciones, escuchemos el mismo disco, compartamos una escena, escribamos un relato erótico. Usemos las máscaras que proporciona el arte y no este mundo de mierda que nos lleva a transfigurar todo en una forma del capital.
Ahora, como los textos son el metier de Beatrix, no los dejaré solos en la tarea de qué escribirle a la persona amada o en vías de amar. He aquí una serie de mini declaraciones de afecto coyunturales, súper aggiornadas, que evocan el espíritu antiguo, pero con todos los medios y contracciones actuales. Beatrix, al servicio de ustedes, les propone:
“Hoy me vestí, me vestí bien, me puse lindx, me bañé, agarré la bolsa de friselina, bajé el ascensor y pensé en irme lejos, bien lejos, caminando hasta el super que queda a la vuelta de tu casa para ver si justo estabas comprando un birrin o unas papas, para mirarnos a un metro y medio de distancia, y penetrarnos con la mirada, desnudarnos con los ojos, decirte hola, preguntarte un precio, pretender que no te conozco, y luego volver a casa, ya corriendo, a hacerme esa tremenda paja que recomienda la nota de Clarín en su sección Sociedad.”
“Quiero ir a tu casa, quedarme en la puerta, esperar a que esa vecina policía que tenés, que golpea la pared cada vez que cogemos, me denuncie por andar merodeando tu balcón. Y cuando venga el patrullero, y esposadx me estén llevando a la comisaría, prometo que la última palabra que gritaré será tu nombre.”
O podés preguntarle:
“¿Romperías la cuarentena por mí?”. Y cuando te diga “¡no!”, retrucale: “Ah! ¿Viste que feo es que te anden romantizando la posible contracción de una enfermedad? Igualito a cuando me pedís coger sin forro.”
Estas son entonces algunas propuestas serias (?), modernas y a la vez tradicionales para que amantes y amadxs nutran su vínculo a la distancia. ¿Qué mejor que no tener que dar la cara y alimentar a la bestia con la que nos encontraremos después de la cuarentena? No todos los días tenemos la oportunidad de ser Romeas y Julietos, Aquiles de escudos electrónicos y Penélopes que, en vez de tejer, amasan panes sin tacc.